QUIÉNES SOMOS

Los X fiAdos somos un equipo de trabajo que organiza recitales para personas cuyas vidas están lejos de la música.

Los recitales están a cargo de músicos que sienten que su música debe llegar a la gente que la necesita.

Lugares para los recitales: paradores nocturnos, hospitales psiquiátricos, penales, hogares para personas con necesidades especiales, centros de alojamiento para chicos en problemas.

X fiAdos no tiene relación con iglesias ni gobiernos.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cuentos y Canciones en el Hogar Kaupé


Introducción

Hace mucho tiempo los Porfiados deseábamos a Claudia y a Verónica en nuestro “auditorio de espectáculos”, que cada 15 días venimos montando en el “living-comedor-sala de estar y otros” del Hogar Kaupé. Lo deseábamos mucho los Porfiados, pero mucho, porque ellas son, hablando en términos de elevada critica artística: ¡Grosas!

Además de eso, cada una tiene en su haber un largo camino hecho en senderos muy transitados, pero no siempre con tanta sapiencia, talento, entrega, y tantas cosas mas que quedan cortas a la hora de hablar de ellas. Aman lo que hacen, y eso es lo que se les nota cuando lo hacen. Y uno, como espectador, compañero de ruta, o simple transeúnte que se topa con ellas, agradece. Porque además de amor, la sabiduría o el encanto, o la combinación de ambas cosas, o vaya a saber que, hacen que en todas sus presentaciones, se embruje la cotidianeidad del ámbito donde se encuentran, transformándolo en algo único y singular cuando ellas están.

Foto: Fernando Paván

Lo hacen de forma tan generosa, que cuando se van, no se llevan los embrujos, ni las fantasías que nos dejan colgadas en los pasillos de la mente, o las ilusiones vueltas a nacer en los rincones oscuros de nuestro corazón, ahora iluminados y desnudos por ese faro que llevan puesto en su mirada. No. Ellas se van, y todo lo dejan, todo lo dan, para que nosotros también sigamos haciendo lo que ellas: contando cuentos, cantando canciones.

Al verlas uno no se pregunta si viven de lo que hacen, sino que se queda seguro de que viven para hacer lo que hacen. Para el que desee chusmear un poco a lo que nos referimos, por acá se puede mirar un poco de cada una, pero solo un poco, porque Claudia y Verónica, son en verdad, inclasificablemente buenas en lo que emprenden, y cualquier intento de describirlas será en vano, pero vale el intento.


Vienen presentando en diferentes ciclos, en diferentes meses, en diferentes años, y estaciones, un espectáculo que se llama “Quisiera amarte menos”, y que con el Chino fuimos a ver, (el por primera vez, yo, ya perdí la cuenta), esta vez, en el Teatro del pasillo, acompañándolas en guitarra Fede Szenkierman. Yo también las acompañe en guitarra alguna vez, con el mismo motivo, el mismo espectáculo, similares historias, idéntica sensación de estar haciendo algo importante, trascendente para mi, y mi vida “artística”. Chiquitita al lado de la de ellas. Fue hace unos años ya, y desde entonces, me quede con ganas de mas, y acá estoy, satisfecho por haberme sacado de encima tantas ganas.

Nudo

Como ellas son especiales, la invitación era para un día especial:  Viernes 10 de diciembre, fecha en la cual cerrábamos el ciclo de presentaciones 2010 en el Hogar Kaupé. Tan especial era todo, que ellas prepararon un repertorio de historias y melodías elegidas exclusivamente para esa ocasión.  El Hogar también estaba como nunca ese día. Uno lo percibía de solo ver los afiches anunciando la presentación del espectáculo, las sillas en hilera preparadas para que todos se sienten a disfrutar de todo aquello que se anunciaba que iba a ocurrir. Se respiraba en el aire un clima de expectativa antes del comienzo, y también un rico olor que salía desde la cocina, preanunciando que el “después” del espectáculo tendría un menú sabroso de pizzetas, con brindis incluido, donde todos nos sentaríamos a lo largo de la mesa, a degustar, disfrutar, y compartir. Los coordinadores que allí trabajan también lo harían, la directora del Hogar, Claudia, Verónica, los Porfiados Fernando, Juan, yo, y las protagonistas de esta historia: Las “chicas” del Kaupé.

Foto: Fernando Paván

El momento tan esperado llego, y los primeros relatos también, de la mano de “Sebastian”, un  muñeco de plástico que fue, es, y será, con diferentes nombres y características en cada uno de nosotros, el primer amor. A pesar de ser tan solo un muñeco, creeremos que Sebastian siente, y hace sentir. Que toca y se deja tocar, y que puede tejer entre el, y la inagotable fantasía de Claudia y su infancia, un metejón de esos que uno no se pregunta si se pueden contar, sino que uno cuenta sin poder contenerse. Se salen de la boca esas historias, se cuentan solas, o eso parece, porque en realidad, y e aquí la cuestión, se salen de la boca cuando uno las cuenta como las cuenta Claudia, que todo lo que cuenta parecería  impensable de no contarse, por el solo hecho de cómo lo cuenta.

Inmediatamente Verónica reclama con una canción maravillosa “devuélveme mis besos”. Yo la acompaño en la guitarra con pulso nervioso, el cual disfruto, porque quiere decir que lo que estoy haciendo me emociona, o me colapsa, y en ambos casos, es un síntoma para celebrar la intensidad de las cosas. Ya mas tranquilo y sobrio, nos adentramos inmediatamente en otra canción, “20 años”,  “si las cosas que uno quiere, se pudieran alcanzar, tú me quisieras lo mismo que 20 años atrás”. ¿Cómo no sentir un poco de vértigo al escuchar esta frase en una canción tan bella como 20 años, después de una historia tan cruelmente tierna como el desamor de Claudia, y su muñeco Sebastian? ¿Cómo?

Todas las chicas del Kaupé desearan que un día se las lleve el viento de forma inesperada al salir a comprar harina una tarde gris de lluvia para amasar tortas fritas. Desearan eso profundamente, porque ese viento, según Claudia, nos llevara por el cielo al encuentro con otro viento que traerá en su ruidosa travesía,  al vecino de enfrente, y nos pondrá frente a él, de forma escandalosamente óptima para el romance. Será un encuentro íntimo, sutil, pero apasionado como el viento cuando sopla y sopla. Claro que para desearlo tanto habrá que tomar una precaución: Observar detenidamente si el vecino de enfrente esta bueno, no sea cosa que tanta belleza de encuentro sea finalmente un despropósito. Las risas estallan, pero no como siempre. Nos estamos riendo en el medio de una historia, y si las canciones cobran un vuelo impensado cuando una historia las contextualiza en tiempo y forma, imaginen la risa, que bien que se ríe, cuando Claudia les da un marco inesperado, y las hace sonar diferentes. Llenas del encanto y la ternura desnuda que tienen las miradas de las chicas del Kaupé, que la escuchan eclipsadas, y que se quedaron atrapadas en una historia de amor de mate a la tarde, con lluvia, y sin harina para amasar torta frita.

Llegara lo mejor, o lo que para mi, es lo mejor. El cuento que aprendí a contar de tanto escuchárselo a Claudia. Tengo memorizadas sus palabras, sus gestos, pero no alcanza. No hay figuras de tiempo, notación, ni partitura posible para poder plasmar el ritmo con el que Claudia nos cuenta la historia de Archivaldo Postman. Todos sabemos decir Te amo, pero siempre hay un momento para hacerlo, y ese momento, cuando llega se nos pasa, y lo decimos igual, y lo bueno del amor, (o eso creo yo) es que cuando es correspondido, es, justamente correspondido aunque uno diga Te amo en la puerta del ANSES. Ahora, que bien que queda decirlo cuando es el momento, que quizás es a destiempo, fuera de lugar, en el momento menos pensado. Pues ahí ira Claudia a decir todo lo que hay que decir: donde se debe decir. Madre Santa, que buena historia, ¿quieren escucharla? Entonces no se pierdan nunca más, la próxima presentación de “Quisiera Amarte menos”.

Foto: Fernando Paván

Desenlace

Los aplausos serán como son los aplausos después de un cuento, porque no solo las canciones y las risas sonaran distintas ese día. También los aplausos. Serán aplausos de cuento. Las dimensiones de la realidad están trastocadas. Si nos hemos creído que el muñeco Sebastian siente amor, y además traiciona a su amada, o que el vecino de enfrente vendrá en una ola de viento para besarnos, ¿Cómo no imaginar que ese día los aplausos hablaban y decían miles de cosas? Contaban historias, las historias de cada uno de los que escuchamos a Claudia, a Verónica, y a mi modesta guitarra, que las acompañó, admirado.

Claudia hablara sobre ello luego, cuando le preguntamos que tal le resulto la experiencia. Nos dirá sobre lo interesante que sería escucharlas contar esas historias, las historias de las chicas del Kaupé. Nos dirá que ella no encuentra diferencias entre ir a un teatro o el Hogar. Verónica coincidirá en ese punto. Nuestras preguntas acerca de si no sería bueno ampliar el circuito cultural para que los artistas y bla bla bla vengan a estos ámbitos de forma tan frecuente como a los teatros o bares o centros culturales etc., serán desarticuladas y reformuladas.

Claudia y Verónica nos dirán que no, o que si, pero claro, a ellas, esta pregunta les parecerá mejor responder hablando infinitamente del tema, porque ellas van a estos lugares, y lo hacen desde hace mucho, y lo hacen con la misma entrega y la misma pasión que cuando van a cualquier ámbito. Mi discurso Porfiado se desarma y se rearma. Ellas describen, y yo reescribo lo que pienso, me enriquezco, me fortalece lo que dicen, no se como expresárselo, no se como abrazarlas para que sientan el Gracias que tengo adentro mío, de que hayan aceptado esta invitación como lo hicieron. Nos despedimos en una escalera del viaducto Carranza que nos dividía el retorno a nuestros hogares, así, casi sin gloria, como si nos fuéramos a ver mañana, y como si nos viéramos todos los días para hacer esto. Y no es así. Hubiera deseado fuegos artificiales, pero pronto vuelvo a la calma, porque Archivaldo Postman, el protagonista de, quizás el cuento mas lindo que escuche en mi vida, había tomado nota de este momento antes que nosotros, y nos había dedicado una de sus incontables geniales ideas para sortear ese momento, con otro momento lleno de gloria, digno de contar, y recordar, y jamás olvidar.

El hombre del correo: Archivaldo Postman

Al finalizar el espectáculo, cada una de las chicas del Kaupé, recibió una carta. Cada una de ellas fue sacada desde el interior de un pequeño bolso de cuero, como si fuera el de un cartero. Cada carta, como corresponde, se encontraba en el interior de un sobre. Cada uno sobre tenia un nombre bien grande. Estaba escrito con el intenso pulso de una Porfiada de sangre, que se llama Elizabet Taylor, ni más ni menos. Elizabet no pudo ir a sacar fotos ese día, pero le dio la cámara a Fernando que si lo hizo, y vaya si lo hizo: gatillo excelentemente bien cada bala, haciendo un retrato perfecto de esa tarde soleada. Ely, además de la cámara, nos dio los sobres, con esos nombres escritos, que al leerlos, sonaban fuerte, como si el pulso de quien lo escribía, los estuviera diciendo como se dice un nombre: Fuerte, claro, con personalidad.

En esos sobres había un soneto, para cada una de las chicas del Kaupé. Cada sobre fue entregado por Claudia, que acompañaba la entrega con sus inmensos ojos, que te traspasan el alma cuando te miran de la manera que mira Claudia después de haberte contado un cuento. Da escalofríos de felicidad esa mirada. Juan, socio y compañero en este hermosísimo ciclo de espectáculos, eslabón insustituible, indispensable en todo esto, leyó el soneto, emocionadamente. El soneto era algo sufrido, habla de que para estar bien hay que saber estar mal, pero ya no importaba mucho eso. Lo importante era compartirlo de la manera emocionada que lo hizo Juan. Y así fue que nos emocionamos todos, nos dijimos gracias, y descubrimos que al final, Claudia y Verónica, no solo nos dejaron todo los embrujos y fantasías impensadas que vinieron a dar, sino que también se llevaron algo. Algo que no encuentro desde que ese día no volví a verlas. Por ningún lado, en ningún rincón, ni siquiera en mi guitarra. No lo encuentro, porque se trata de una duda que tenia, y que tenia y ya no tengo, porque me a cambio me han instalado la certeza de que no hay historias que no merezcan ser contadas, ni canciones que no deban ser cantadas. 

Tomate



Las cartas contuvieron este soneto:

Si para recobrar lo recobrado
debí perder lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.



Foto: Fernando Paván


2 comentarios:

  1. Me interesó el voluntariado que publicaron en idealista.
    ¿Cómo podemos coordinar?

    Gracias:

    Julieta

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  2. Hola, Julieta
    Por favor, escribinos al mail xfiados@gmail.com o dejanos un mail tuyo para contacto.
    Saludos

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